El Chile de hoy: De la activación ciudadana hacia la crítica cultural del modelo neoliberal

Por: Francisco Letelier.

Foto: Agencia Uno
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Si bien son los movimientos sociales los que nos ayudan a “correr el cerco de lo posible” las acciones colectivas son la que dan densidad a la trama asociativa construyendo múltiples nosotros y una diversidad de pequeñas elaboraciones del malestar subjetivo.

Ciudadanía individual y colectiva

En los últimos diez años se ha producido una disminución del umbral de tolerancia a las pequeñas y grandes injusticias de todos los días.La profunda percepción de que aquellos que tienen el poder abusan de él, y que su “fortuna” se ha construido a expensas del infortunio de otros, ha gatillado un despertar de la conciencia ciudadana a nivel individual y colectivo. Esto significa que como ciudadano, yo, en tanto portador de derechos, cada día me siento con más legitimidad para demandar soluciones al Estado o al Mercado. Pese a que esto también opera en ocasiones a nivel colectivo, la gran transformación cultural de los últimos años es un individuo más activo y demandante frente a los poderes del Estado y del Mercado y no una sociedad -entendida como un “nosotros”- más empoderada.

La dificultad para la construcción de una “sociedad” más empoderada, puede tener relación con  que la fuerte sensación de malestar frente al abuso y la injusticia tiene un pie muy instalado en la misma lógica del modelo neoliberal: la aspiración de progreso individual: el abuso y la injusticia es algo que me impide prosperar a mí. Así, este despertar ciudadano, pese a tener una dimensión colectiva,nos puede llevar por caminos distintos:reformas al sistema para posibilitar el libre “desarrollo de los proyectos individuales” o la construcción de nuevos mapasculturales sobre el Chile que tenemos y que queremos. La diferencia entre uno y otro desenlace está en la posibilidad de transformar el malestar subjetivo en una crítica política y sobre todo cultural al sistema neoliberal.

El movimiento estudiantil fue capaz de traducir el malestar individual hacia el espacio público. Le dio una salida política al malestar subjetivo e instaló una cierta duda respecto dela legitimidad delsistema. Sin embargo, esto no implica necesariamente la existencia de una crítica extendida al modelo económico y políticoo una demanda generalizada de transformación y menos aún una propuesta de cambio (otra cosa que es que a nivel de ciertas elites se esté gestando un consenso frente a temas como cambio al binominal y nueva constitución).El mayor error que podemos cometer los que queremos transformaciones sociales de fondo, es pensar que estacrítica está instalada y que la ciudadanía pide a gritos un cambio profundo. Un análisis más mesurado de la coyuntura actual nos muestra que la demanda por mayor justicia aún no es sinónimo de una demanda por una sociedad más solidaria e igualitaria.

 

Los chilenos neoliberales

Durante los últimos cuarenta años los chilenos hemos sido permeados por valores neoliberales. Cómo decía el publicista argentino en la película “No”, en Chile “cualquiera puede ser exitoso… no todos, pero cualquiera”. Somos sujetos más competitivos, consumistas, solitarios y desconfiados que antes. Somos más dependientes de placeres de corto aliento, de las apariencias, de los fármacos y de las recetas fáciles. Trabajamos mucho fundamentalmente para dos cosas: para que “nuestros hijos tengan lo que no tuvimos” y para “pasarlo bien el fin de semana”. Desde este ethos, la sensación de injusticia se instala en el momento en que “el sistema”, Mercado o Estado, me dificulta “un mejor pasar” y no cuando vulnera “mis” derechos y “los nuestros”.

Esta visión caricaturizada de los chilenos tiene el objetivo de hacer hincapié en que la construcción de una ciudadanía colectiva, de un nosotros que se plantee una sociedad más justa para todos, más solidaria, es un camino arduo. En ningún caso está a la vuelta de la esquina y menos aún podemos encomendar su desarrollo únicamente en el movimiento estudiantil, cuestión que sería absolutamente injusta.

 

Movimiento social y acción colectiva  

Alberto Melucci llamó la atención sobre “concebir los movimientos sociales como agencias de significación colectiva”, lo que supone considerar tres aspectos: 1) que apelan a la solidaridad entendida como la capacidad de sus miembros para definir y reconocer un sentido del nosotros; 2) que la movilización aborda un problema no simplemente como una desgracia, sino como una injusticia, configurando paulatinamente un marco de interpretación compartido desde donde justifican y legitiman su acción colectiva y 3) que la acción busca romper los límites del orden en que se produce (Melluci, 1994: 120).

En este sentido, la problemática de la educación fue la primera gran válvula que dejó escapar la rabia contenida contra el abuso. Por primera vez el abuso se entiende como cuestión colectiva: las marchas multitudinarias representan una forma de construcción de un nosotros. Personas que se ven las caras, que se identifican con otros en torno a una misma rabia o aspiración. Por primera vez en torno al abuso se consolida una crítica al sistema: no es que se abuse, es que nuestro sistema social y político está construido sobre el abuso y la injusticia.

Si bien el movimiento estudiantil ha sido capaz acelerar la construcción de una crítica cultural y de una ciudadanía más colectiva, el problema es que nuestra sociedad parece depender de él. Más allá de lucha ancestral del pueblo mapuche, que es menos una crítica al modelo y más una afirmación del derecho a auto determinarse, no parece existirotro movimiento social con capacidad de movilizar a la sociedad chilena en la construcción de un nuevo mapa del futuro que el estudiantil.

Pero es un error concentrar la mirada sólo en los movimientos sociales, es decir, sólo en aquellas acciones colectivas que cumplen los 3 requisitos planteados por Melucci.Creo que la sensación de abuso e injusticia ha dado origen también a un conjunto de otras acciones colectivas de relevancia. Las más reconocidas en el último tiempo se dieron en torno a reivindicaciones territoriales en Aysén, Magallanes, Freirina y Calama, entre otros. Pero también hemos observado acciones importantes en torno al tema ambiental, de reconstrucción, de minorías sexuales, en temas urbanos, de derechos de los consumidores y recientemente en el ámbito de la salud.Éstas son expresiones ciudadanas de alcance medio, que sin llegar a configurar un movimiento social (en términos estrictos), construyen una práctica y una memoria de acción colectiva, logran instalarse en el espacio público y algunas de ellas establecen sentido de territorio, base para la construcción de soberanía.

Por debajo de estas acciones colectivas de mediano alcance, encontramos otras miles en diversos ámbitos territoriales y temáticos, algunas de ellas tienen por objeto defender bienes que consideramos importantes: un parque, una ciclo vía, una escuela, el aire limpio, un curso de agua, etc., otras tantas tienen como objeto el encuentro y la construcción de confianzas: fiestas de barrio, encuentros culturales, artísticos, etc. Estas micro-acciones si bien no constituyen un motor en la construcción de una crítica sistémica, si constituyen un gran y denso acervo de experiencias y prácticas que tienen potencial de re – construir vinculo social y ciudadanía colectiva, así como un importante poder pedagógico como espacios cívicos.

En el Chile de hoy, si queremos contribuir a un cambio cultural y a una renovación de los mapas del futuro, debemos reconocer la importancia de estas acciones colectivas, tanto de las micro, como de las de alcance medio. Si bien son los movimientos sociales los que nos ayudan a “correr el cerco de lo posible” las acciones colectivas son la que dan densidad a la trama asociativa construyendo múltiples nosotros y una diversidad de pequeñas elaboraciones del malestar subjetivo. Esta constelación de respuestas a los efectos del modelo es la que, en el mediano plazo, puede convertirse en una demanda cultural de transformación.

 

¿Qué hacer?

Lo primero: no cargar todos los dados al movimiento estudiantil. La energía liberada en 2006 y en 2011 debe ser canalizada de diversas maneras. Una de ellas es entrando y disputando espacios en la democracia representativa, tal como lo están haciendo movimientos como Revolución Democrática, Izquierda Autónoma y Nueva Izquierda, entre otros. Es la salida hacia “arriba”, la construcción de puentes entre los ciudadanos y el sistema político formal. La otra forma de canalizar esta energía es utilizarla para fortalecer procesos de construcción desde abajo, donde la acción colectiva desarrollada abre la puerta para una reflexión cultural y política. La ecuación que formuló el movimiento estudiantil: malestar individual + conciencia del modelo = desafíos colectivos, puede ser utilizada en torno a todas las meso y micro acciones colectivas. Esto implica descubrir en estas acciones una dimensión valórica y política y no sólo evaluarlas en términos del éxito o fracaso de una demanda específica.Podemos ir más allá de la acción extrayendo desde ella marcos de acción colectiva compartidos, marcos que contengan valores y estrategias, y que  nutran nuestra percepción del mundo y nuestras acciones futuras.Estas acciones son un primer paso para recobrar la condición de sujetos capaces de transformar su realidad junto a otros.

 

En síntesis

Si bien la sociedad chilena no está pidiendo a gritos un cambio de modelo, si está instalada una sensación de abuso e injusticia, que ha dado origen a un ciudadano más activo y consciente. Esta activación puede tener dos salidas, una en la que el modelo se acomoda y “corrige sus desviaciones” y otra en la que somos capaces como sociedad de elaborar un nuevo mapa del futuro. El segundo camino implica reconocer que a pesar de nuestras resistencias e incomodidades con el modelo, somos a la vez una sociedad con valores muy neoliberales. En este sentido el camino implicaría una transformación cultural que tenga en su centro la recuperación del valor de la democracia y la instalación de nuevos valores políticos y económicos.

El movimiento estudiantil, conectándose y traduciendo políticamente el malestar con el abuso, ha dado grandes pasos en elaborar una crítica de fondo al modelo, sin embargo, no tiene la capacidad por si solo para extender esta crítica. Se requiere volcar la mirada no sólo a lo que tradicionalmente entendemos como movimiento social (búsqueda de un cambio cultural de fondo) sino también a las acciones colectivas meso y micro. En ellas, pese a que no son lugares de crítica sistémica, podemos encontrar fuentes de recuperación del vínculo social, del sentido de lo colectivo y del territorio, así como una fuente de dignificación de nuestra vida social y escuelas de civismo. Podemos utilizar las acciones colectivas como ventanas desde las cuales interpelamos la realidad cultural y políticamente.

Con todo lo anterior entendemos que se requiere una mirada más compleja, abierta y dinámica de los movimientos sociales y de la acción colectiva, considerándolas distintos niveles de un proceso mayor. Se requiere un esfuerzo por releer nuestras experiencias y por compartirlas. Cada espacio social puede ser un espacio para la construcción de sujeto, sólo se requiere de las preguntas adecuadas.

Finalmente es importante decir que en este camino de transformación, las dimensiones de cambio civilizatorio y personal son imprescindibles. No construiremos alternativas al neoliberalismo sin construirnos como sujetos nuevos, conscientes de nosotros mismos y de nuestro entorno. Tampoco lo haremos sino tenemos en el horizonte el imperativo de un cambio civilizatorio de mayor alcance, que busque transformar nuestro modo de vida en el planeta.

Fuente: El Dínamo | 17 de junio de 2013

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