Consulta ciudadana y diseño participativo

Carlos Candía Campano, arquitecto co-fundador de aPLOMO

Diario el Centro | 24 de diciembre de 2017

¿De qué manera la ciudad puede transformarse en herramienta de acuerdo social, más que en foco de conflicto? ¿Mediante qué procedimientos un diseño incorpora deseos comunitarios y, producto de eso, consigue viabilidad técnica y concreción material?

1.- Cambio de paradigma

Una crítica recurrente que tenemos los habitan­tes de la ciudad respecto, de los cambios que se hacen en ella, tiene relación con que esas decisio­nes fueron tomadas «dentro de cuatro paredes». Cada proyecto debe equilibrar aspectos cuanti­tativos (mejorar conectividad) y consideraciones cualitativas (cuidado medioambiental), entendien­do que una ciudad debe cumplir, simultáneamen­te, con requerimientos de esa doble naturaleza. Como nuestras capitales comunales presentan un grado importante de segregación, existen sectores de la población que prefieren priorizar los indicadores cuantitativos y, otras comunida­des, que privilegian las variables cualitativas, y ahí tenemos un problema.

Por esto, es importante atender a lo que un di­rigente ambiental comentó hace un par de días en una asamblea: “Los tiempos han cambiado, ya no se puede intervenir en la ciudad sin antes consultamos a los ciudadanos’.

Para que un proyecto pase del papel a la reali­dad. es necesario obtener muchas aprobaciones normativas o duras, pero si esa construc­ción no cuenta con una aprobación social o blanda, corre el riesgo de ser rechazada.

 

Diseño participativo con locatarios del Mercado Estación.

 

2.- Trabajar

El argentino Rafael Iglesia, comentaba que la arquitectura se dedica a construir los sustan­tivos en los cuales las personas conjugamos nuestros verbos y como esos verbos son impor­tantes, hemos querido -en este articulo- con­jugar dos de ellos, aparentemente opuestos, como “trabajar» y «recrear”, demostrando la manera en que un proyecto de arquitectura ha permitido tratarlos con el mismo cuidado.

Hace poco más de un año, fuimos invitados a trabajar junto a los locatarios del Mercado Estación de Talca, edificio que colapsó en la es­quina descrita por las calles 1 Sur y 11 Oriente. Sostuvimos asambleas ampliadas con todos los locatarios y, también, reuniones concentradas con los dirigentes del sindicato. Esas reuniones fueron consultivas y resolutivas, evitando quedar en un ámbito meramente informativo. Es decir, el grupo de microempresaríos priorizó las condicio­nes que las nuevas instalaciones deben cumplir, incorporando aspectos urbanos, e incluso simbó­licos, que un edificio de este tipo debe encarnar, habiendo definido -en conjunto con los locatarios- que el nuevo Mercado Estación debe satisfacer necesidades privadas, asi como deseos públicos, garantizando un lugar laboral y comercial de ca­lidad. a la vez que ofrecer a la ciudadanía un es­pacio público pertinente y vinculado a la Plaza de la Loba, sensible al patrimonio que representa la Estación de Ferrocarriles y dándole apoyo al Hospital Regional de Talca, aportándole las áreas verdes que ese proyecto, de escala nacional, no contempló.

Este proceso concluyó entregando un prediseño, con lineamientos de ciudad y arquitectura a cumplir para, con esa información, licitar el diseño de arquitectura definitivo.

 

Construcción de parque público en Faustino

3.- Recrear

Sabemos que en Chile trabajamos muchas ho­ras, generalmente de baja productividad, por lo mismo la recreación y el ocio son muy im­portantes. Tener lugares apropiados para ju­gar, pasear y trotar, es clave para las distintas comunidades, especialmente para aquellas históricamente postergadas y necesitadas de un espacio público representativo.

Hace dos años, en el marco del Programa Terri­torio y Acción Colectiva, liderado por el CEUT de la Universidad Católica del Maule, ONG Surmaule y SUR Profesionales, iniciamos un proceso de Diseño Participativo en el sector Faustino González.

El objetivo fue crear un Parque Público que, por un lado, no podía ser el típico parque, ya que comunidades distintas exigen arquitectu­ras distintas y que, por otro lado, debía no sólo reconocer, sino valorizar la mediocre ciudad circundante, para dejar a ese barrio mejor instalado en Talca.

Lo acordado por las cuatro diferentes juntas de vecinos (cuatro intereses distintos que tuvimos que poner en consonancia) tiene directa rela­ción con temas de diseño: círculos y cuadrados. Los círculos son montículos y hondonadas que, junto con insertar un paisaje rural en la ciudad, se hacen cargo de las varías piscinas olímpicas de lluvia que durante el invierno un parque de 1 hectárea de superficie recibe.

Por su parte, los cuadrados correspondían a perímetros de árboles que garantizan sombra a las diferentes horas del día, cuestión signifi­cativa cuando se proyecta espacio público en el cono sur de Latinoamérica, cuya capa de ozo­no se debilita día a día. Nosotros preferimos, mediante el diseño (sombra) y no mediante el dinero (protector solar), resolver el problema. Durante 9 meses junto a líderes territoriales, vecinos del barrio, funcionarios públicos y au­toridades. llevamos adelante este proceso que concluyó con el diseño definitivo validado por la comunidad y que, luego de haber superado las diversas normativas, no sólo ha obtenido permiso de edificación, sino que está en pro­ceso de construcción, inyectando recursos municipales en la periferia de Talca, pero no de cualquier manera, sino entregando un parque como si fuese «un traje a la medida»: un paisa­je público que una vez inaugurado re-creará, interpretará y fortalecerá cotidianamente a un colectivo humano.

 

 

 

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