Edificios que arrasan con la privacidad y la vida familiar. A la sombra de la modernidad

8-27-2013 11-21-46 AMLa construcción de grandes moles de cemento al lado de viviendas pequeñas genera un cambio en las condiciones de vida de los vecinos más antiguos.

Daniel Giacaman Zaror | Diario el Centro | 25 de agosto de 2013

“No nos estén respetando. Es tamos viviendo en una época en que el más grande atrope­lla al más chico», sentencia Paula Díaz, vecina del Barrio Semi­nario de Talca, donde la construcción de los conjuntos habitacionales Parque Seminario 1 y 2 cambió por completo la vida de las familias que viven en la 7 Poniente a la altura de la 2 Norte.

“Nosotros sabíamos que la moder­nización en algún momento iba a llegar a estos terrenos que esta­ban prácticamente vacíos y que eran foco de delincuencia y de ba­sura. Pero llegó un momento en que nos invadió la privacidad y el siste­ma personal, familiar y económico», opina la mujer.

Díaz explica que la construcción de estos edificios ha significado un cos­to psicológico «Nos vemos rodeados. Ahora vamos a ser 150 vecinos. No sabemos quién va a llegar. Lle­vamos un año con maquinaria, con ruido, con gente que uno no conoce y que está afuera de tu casa todo el día”, explica.

«Nosotros hace 43 años que vivi­mos acá y la 7 Poniente es una fami­lia, nos conocemos todos, y ahora llegan estos monstruos gigantes a Invadir nuestra privacidad», sostie­ne.

Vicente Galaz, otro de los residen­tes del lugar, cuenta que “nosotros prácticamente vivíamos solos aquí. Teníamos la central Lircay no más y llegaba solamente la gente de la CGE (Compañía Genera) de Elec­tricidad) a trabajar». Sin embargo, ahora no sólo tendrán que acostum­brarse a convivir con más personas, sino que también a ver bloques de cemento en desmedro de los cone­jos, codornices y lechuzas que se paseaban por un potrero que había frente a sus viviendas.

“Este famoso departamento nos afectó mucho la naturaleza. Porque una cosa era la basura que había, pero otra cosa eran unas palmeras preciosas que teníamos, que eran características del sector, y que las cortaron», analiza Díaz.

La mujer agrega que «nosotros tenemos los departamentos construidos detrás de los patios, excepto mi casa, y al salir se ve todo. Te están observando, hay galerías con vidrio y van a ver todo lo que estás haciendo. Hay vecinos que tienen piscinas y no van a poder ocuparlas, porque no sabes quién te va a estar mirando».

«Hace más de un año que estamos invadidos… Nunca se respetó nuestra privacidad», lamenta Galaz.

La situación que viven estos vecinos del Barrio Seminario se replica también en otros sectores de la comuna. Un caso emblemático es lo que ocurre en la Villa Valle Claro, en la 25 y 1/2 Oriente B entre 4 y 5 Norte. Dicho pasaje quedó encerrado entre dos edificios: uno de siete pisos, que ya fue levantado hace cerca de tres años, y otro de cinco, que está a punto de ser entregado y que se encuentra a cerca de ocho metros de distancia de las viviendas.

Allí los vecinos protestaron rayando los muros y colgando lienzos y pancartas en contra de la constructora, además de iniciar acciones judiciales. Sin embargo, algunos de ellos expresaron a Temas de Domingo que ya se encuentran resignados ante la situación.

CONSTRUCCIONES

En el Barrio Chorrillos, frente al Regimiento de Infantería N° 16 Talca, el Condominio Abate Ignacio Molina se levantó a pocos metros de las viviendas que se encuentran en la 3 Oriente entre 11 y 12 Norte. «Uno ya no va a poder hacer ni un asado ahí, porque vamos a estar en vitrina», comenta Julio González.

Allí los vecinos viven con miedo a que haya un terremoto y caiga todo sobre sus casas. Además, durante este período de construcción han experimentado diversos problemas, como robos, caída de material y ruidos, entre otros.

Lucrecia Mijic dice que tuvo que poner mallas en toda su casa debido a que «caían hasta piedrecillas, porque ellos barren hacia afuera y no les importa donde caiga». «El techo de una de las piezas me lo hicieron tira donde tiraban piedras, cemento o lo que se les ocurría», agrega María Angélica González.

Extinción de las viviendas pequeñas

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En los últimos meses, desde las casas de la Villa Valle Claro sólo se pueden observar obras de construcción. En poco tiempo más, habrá cero privacidad cuando el nuevo condominio ya esté habitado.

El arquitecto José Luis Gajardo recal­ca que cuando alguien se siente pa­sado a llevar en sus derechos por una construcción, debe acudir a la direc­ción de obras. «La gente tiene la ins­tancia de ir al municipio y estampar una denuncia. A eso se le hace una vi­sita y se corrobora», afirma.

En ese sentido, agrega que «el desa­fío que tiene el municipio es tomar es­tos descargos», ya que «si no tiene un departamento de inspección que vaya a los lugares, determine y paralice con fuerza las obras, finalmente no va a pasar nada».

De todas formas, Gajardo comenta que «la gente que vive en el casco antiguo va a empezar a sentir que muchos edi­ficios en altura van a invadir su priva­cidad. Y ante eso es muy poco lo que se puede hacer, porque hoy día hay un ordenamiento nuevo del territorio. Y eso tiene que ver con que el plan re­gulador nuevo apunta a que los cascos antiguos son para ser densificados». «La gente que vive en el centro tie­ne que estar consciente de que donde hay un paño que es bastante atractivo, puede venir la inmobiliaria y plantear un edificio en altura y les puede per­judicar en su privacidad», advierte el profesional.

En ese sentido, plantea que «hoy día nos encontramos con que todavía hay gente que quiere seguir viviendo en el casco antiguo, con los privilegios que tiene de estar cerca de todo y te­ner las mejores áreas verdes, pero con la privacidad que tenía antes. Y eso no va a poder ser, porque el plan regu­lador y la política territorial apunta a que los centros urbanos antiguos van a ser densificados. Y producto de eso es que la gente ha podido vender sus terrenos a muy buen precio».

Al respecto, Gajardo concluye que «yo no digo que en un corto plazo, pero a un ritmo lento en el casco de la ciu­dad van a ir desapareciendo las vivien­das y van a concentrarse edificios en altura».

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Una inmensa mole de ocho pisos se eleva a pocos pasos del patio de la casa de Julio González.

Julio González afirma que “los rui­dos eran infernales, incluso a ve­ces trabajaban hasta las 11 de la noche. Varias veces fuimos a Ca­rabineros. Ellos argumentaban que llegaban con los camiones de cemento en ese horario y que te­nían que descargarlos, pero eso era lo que molestaba a todo el ve­cindario». «No teníamos ni sába­do o domingo para descansar y acá somos casi todos mayores de edad», consigna María Angélica González.

Lucrecia Mijic expresa que «en esta casita retumba el sonido, porque es muy ligera. Yo tenía que salir porque no podía sopor­tar el ruido aquí adentro. Y desde las 8.00 de la mañana era inso­portable». Pero a ella una de las cosas que más la afectó fue la contaminación que terminó por matar varias de las especies que ella mantenía en su vivero. «La polución del aire me secó como 160 maitenes de siete años y como ocho canelos de nueve y diez años. Reclamé a la empresa, le dieron los antecedentes al abo­gado y después nada», comenta. En tanto, Julio González dice que antes «a las 8.00 de la mañana ya llegaba el sol a nuestro dormito­rio», mientras que «ahora recién a las 11.00 de la mañana logra traspasar la altura del edificio». «No me explico cómo el Regi­miento pudo aceptar un edificio tan alto cuando ellos cuidaban tanto la privacidad y uno no po­día tomar ni una foto», sostiene Julio González.

GRÚAS SOBRE LAS CASAS

8-27-2013 11-57-28 AMEl tema de las obras de construc­ción afectó de sobremanera a los vecinos del Barrio Seminario, quienes además de tener que so­portar los ruidos y los gritos de los maestros, también estuvieron con el miedo que significaba ver las plumas de las grúas justo so­bre sus viviendas.

«Las máquinas pasaban por arri­ba de nuestras casas y no tenía­mos derecho a patalear. Eso fue un costo sicológico para nosotros, de muchos nervios. Este sector es de gente mayor y ellos se pre­ocupaban mucho que no se fuera a caer algo. Los niños chicos es­taban como traumados con estas máquinas que llegaron a tomar­nos la casa», asegura Paula Díaz. Los vecinos también están mo­lestos debido a que los trabaja­dores dejan sus vehículos en la 7 Poniente, aunque advierten que la situación será insosteni­ble cuando comiencen a habitar­se los edificios, ya que dicha calle servirá de acceso para los esta­cionamientos del condominio. Además, éstos no vienen inclui­dos en la compra de los departa­mentos, por lo que temen que los nuevos residentes dejen sus au­tomóviles afuera de sus casas o que suceda lo propio cuando lle­guen visitas. Además, aumentará el tráfico ya que habrá una espe­cie de rotonda para devolverse hacia la 2 Norte. «Va a haber un costo gigante. Aquí hay niños pe­queños que antes salían a la ca­lle, corrían, andaban todo el día en bicicleta. Hoy día no se pue­de», comenta Díaz.

Bien de uso vs. bien de cambio

El sociólogo Francisco Letelier analiza que en la actualidad «no tenemos políticas urbanas, tene­mos una regulación muy débil de lo que hace el sector inmobiliario y, por lo tanto, existe un cierto desgobierno en la forma en que se construye la ciudad».

El profesional sostiene que «la ciudad puede concebirse de dos maneras: puede ser un bien de uso, entendido como un espacio público donde todos convivimos, donde nos podemos realizar, encontrarnos, vincularnos unos con otros; o puede ser un bien de cambio, es decir, un lugar donde yo invierto y genero nueva plus­valía».

Letelier agrega que estas dos visiones entran en conflicto en diversos aspectos. «Una de las formas en que choca es, por ejemplo, cuando una inmobiliaria construye un edificio en donde hay viviendas unifamiliares y pro­duce efectos que tienen que ver con la pérdida de la privacidad, el deterioro de la vivienda y de la calidad de vida de las familias que están alrededor», comenta.

El sociólogo afirma que «yo ten­go la impresión que en el caso de Talca la tendencia va a ser que en la medida que más se constru­ye edificios de departamentos, más servicios se van a ir asocian­do a esa oferta y van a atraer a más gente a los centros históri­cos. Eso va a ser un círculo que para algunos puede ser virtuoso Y para otros vicioso».

Por ejemplo, Letelier dice que «Las Heras es el barrio donde hoy día más se está construyen­do posterremoto y el que más se está gentrificando, o sea, donde está cambiando el tipo de gente que lo habita». En ese sentido, explica que «las personas más pobres o modestas están empe­zando a salir, porque los precios de arriendo suben o porque conviene vender, y está llegando gente de sectores medios y me­dio-altos a esos barrios».

Por esta razón, el sociólogo ex­presa que «se van a comenzar a instalar cafés, como ya está ocurriendo, y los barrios se van a empezar a transformar en edi­ficios de departamentos, pero además en condominios».

De todas formas, Leletier comen­ta que «tengo la esperanza que estos bandos se repueblen tam­bién con personas que quieran mantener un cierto estilo que los barrios tenían».

Fuente: Diario el Centro | 25 de agosto de 2013

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