La construcción de grandes moles de cemento al lado de viviendas pequeñas genera un cambio en las condiciones de vida de los vecinos más antiguos.
Daniel Giacaman Zaror | Diario el Centro | 25 de agosto de 2013
“No nos estén respetando. Es tamos viviendo en una época en que el más grande atropella al más chico», sentencia Paula Díaz, vecina del Barrio Seminario de Talca, donde la construcción de los conjuntos habitacionales Parque Seminario 1 y 2 cambió por completo la vida de las familias que viven en la 7 Poniente a la altura de la 2 Norte.
“Nosotros sabíamos que la modernización en algún momento iba a llegar a estos terrenos que estaban prácticamente vacíos y que eran foco de delincuencia y de basura. Pero llegó un momento en que nos invadió la privacidad y el sistema personal, familiar y económico», opina la mujer.
Díaz explica que la construcción de estos edificios ha significado un costo psicológico «Nos vemos rodeados. Ahora vamos a ser 150 vecinos. No sabemos quién va a llegar. Llevamos un año con maquinaria, con ruido, con gente que uno no conoce y que está afuera de tu casa todo el día”, explica.
«Nosotros hace 43 años que vivimos acá y la 7 Poniente es una familia, nos conocemos todos, y ahora llegan estos monstruos gigantes a Invadir nuestra privacidad», sostiene.
Vicente Galaz, otro de los residentes del lugar, cuenta que “nosotros prácticamente vivíamos solos aquí. Teníamos la central Lircay no más y llegaba solamente la gente de la CGE (Compañía Genera) de Electricidad) a trabajar». Sin embargo, ahora no sólo tendrán que acostumbrarse a convivir con más personas, sino que también a ver bloques de cemento en desmedro de los conejos, codornices y lechuzas que se paseaban por un potrero que había frente a sus viviendas.
“Este famoso departamento nos afectó mucho la naturaleza. Porque una cosa era la basura que había, pero otra cosa eran unas palmeras preciosas que teníamos, que eran características del sector, y que las cortaron», analiza Díaz.
La mujer agrega que «nosotros tenemos los departamentos construidos detrás de los patios, excepto mi casa, y al salir se ve todo. Te están observando, hay galerías con vidrio y van a ver todo lo que estás haciendo. Hay vecinos que tienen piscinas y no van a poder ocuparlas, porque no sabes quién te va a estar mirando».
«Hace más de un año que estamos invadidos… Nunca se respetó nuestra privacidad», lamenta Galaz.
La situación que viven estos vecinos del Barrio Seminario se replica también en otros sectores de la comuna. Un caso emblemático es lo que ocurre en la Villa Valle Claro, en la 25 y 1/2 Oriente B entre 4 y 5 Norte. Dicho pasaje quedó encerrado entre dos edificios: uno de siete pisos, que ya fue levantado hace cerca de tres años, y otro de cinco, que está a punto de ser entregado y que se encuentra a cerca de ocho metros de distancia de las viviendas.
Allí los vecinos protestaron rayando los muros y colgando lienzos y pancartas en contra de la constructora, además de iniciar acciones judiciales. Sin embargo, algunos de ellos expresaron a Temas de Domingo que ya se encuentran resignados ante la situación.
CONSTRUCCIONES
En el Barrio Chorrillos, frente al Regimiento de Infantería N° 16 Talca, el Condominio Abate Ignacio Molina se levantó a pocos metros de las viviendas que se encuentran en la 3 Oriente entre 11 y 12 Norte. «Uno ya no va a poder hacer ni un asado ahí, porque vamos a estar en vitrina», comenta Julio González.
Allí los vecinos viven con miedo a que haya un terremoto y caiga todo sobre sus casas. Además, durante este período de construcción han experimentado diversos problemas, como robos, caída de material y ruidos, entre otros.
Lucrecia Mijic dice que tuvo que poner mallas en toda su casa debido a que «caían hasta piedrecillas, porque ellos barren hacia afuera y no les importa donde caiga». «El techo de una de las piezas me lo hicieron tira donde tiraban piedras, cemento o lo que se les ocurría», agrega María Angélica González.
Extinción de las viviendas pequeñas
El arquitecto José Luis Gajardo recalca que cuando alguien se siente pasado a llevar en sus derechos por una construcción, debe acudir a la dirección de obras. «La gente tiene la instancia de ir al municipio y estampar una denuncia. A eso se le hace una visita y se corrobora», afirma.
En ese sentido, agrega que «el desafío que tiene el municipio es tomar estos descargos», ya que «si no tiene un departamento de inspección que vaya a los lugares, determine y paralice con fuerza las obras, finalmente no va a pasar nada».
De todas formas, Gajardo comenta que «la gente que vive en el casco antiguo va a empezar a sentir que muchos edificios en altura van a invadir su privacidad. Y ante eso es muy poco lo que se puede hacer, porque hoy día hay un ordenamiento nuevo del territorio. Y eso tiene que ver con que el plan regulador nuevo apunta a que los cascos antiguos son para ser densificados». «La gente que vive en el centro tiene que estar consciente de que donde hay un paño que es bastante atractivo, puede venir la inmobiliaria y plantear un edificio en altura y les puede perjudicar en su privacidad», advierte el profesional.
En ese sentido, plantea que «hoy día nos encontramos con que todavía hay gente que quiere seguir viviendo en el casco antiguo, con los privilegios que tiene de estar cerca de todo y tener las mejores áreas verdes, pero con la privacidad que tenía antes. Y eso no va a poder ser, porque el plan regulador y la política territorial apunta a que los centros urbanos antiguos van a ser densificados. Y producto de eso es que la gente ha podido vender sus terrenos a muy buen precio».
Al respecto, Gajardo concluye que «yo no digo que en un corto plazo, pero a un ritmo lento en el casco de la ciudad van a ir desapareciendo las viviendas y van a concentrarse edificios en altura».
Julio González afirma que “los ruidos eran infernales, incluso a veces trabajaban hasta las 11 de la noche. Varias veces fuimos a Carabineros. Ellos argumentaban que llegaban con los camiones de cemento en ese horario y que tenían que descargarlos, pero eso era lo que molestaba a todo el vecindario». «No teníamos ni sábado o domingo para descansar y acá somos casi todos mayores de edad», consigna María Angélica González.
Lucrecia Mijic expresa que «en esta casita retumba el sonido, porque es muy ligera. Yo tenía que salir porque no podía soportar el ruido aquí adentro. Y desde las 8.00 de la mañana era insoportable». Pero a ella una de las cosas que más la afectó fue la contaminación que terminó por matar varias de las especies que ella mantenía en su vivero. «La polución del aire me secó como 160 maitenes de siete años y como ocho canelos de nueve y diez años. Reclamé a la empresa, le dieron los antecedentes al abogado y después nada», comenta. En tanto, Julio González dice que antes «a las 8.00 de la mañana ya llegaba el sol a nuestro dormitorio», mientras que «ahora recién a las 11.00 de la mañana logra traspasar la altura del edificio». «No me explico cómo el Regimiento pudo aceptar un edificio tan alto cuando ellos cuidaban tanto la privacidad y uno no podía tomar ni una foto», sostiene Julio González.
GRÚAS SOBRE LAS CASAS
El tema de las obras de construcción afectó de sobremanera a los vecinos del Barrio Seminario, quienes además de tener que soportar los ruidos y los gritos de los maestros, también estuvieron con el miedo que significaba ver las plumas de las grúas justo sobre sus viviendas.
«Las máquinas pasaban por arriba de nuestras casas y no teníamos derecho a patalear. Eso fue un costo sicológico para nosotros, de muchos nervios. Este sector es de gente mayor y ellos se preocupaban mucho que no se fuera a caer algo. Los niños chicos estaban como traumados con estas máquinas que llegaron a tomarnos la casa», asegura Paula Díaz. Los vecinos también están molestos debido a que los trabajadores dejan sus vehículos en la 7 Poniente, aunque advierten que la situación será insostenible cuando comiencen a habitarse los edificios, ya que dicha calle servirá de acceso para los estacionamientos del condominio. Además, éstos no vienen incluidos en la compra de los departamentos, por lo que temen que los nuevos residentes dejen sus automóviles afuera de sus casas o que suceda lo propio cuando lleguen visitas. Además, aumentará el tráfico ya que habrá una especie de rotonda para devolverse hacia la 2 Norte. «Va a haber un costo gigante. Aquí hay niños pequeños que antes salían a la calle, corrían, andaban todo el día en bicicleta. Hoy día no se puede», comenta Díaz.
Bien de uso vs. bien de cambio
El sociólogo Francisco Letelier analiza que en la actualidad «no tenemos políticas urbanas, tenemos una regulación muy débil de lo que hace el sector inmobiliario y, por lo tanto, existe un cierto desgobierno en la forma en que se construye la ciudad».
El profesional sostiene que «la ciudad puede concebirse de dos maneras: puede ser un bien de uso, entendido como un espacio público donde todos convivimos, donde nos podemos realizar, encontrarnos, vincularnos unos con otros; o puede ser un bien de cambio, es decir, un lugar donde yo invierto y genero nueva plusvalía».
Letelier agrega que estas dos visiones entran en conflicto en diversos aspectos. «Una de las formas en que choca es, por ejemplo, cuando una inmobiliaria construye un edificio en donde hay viviendas unifamiliares y produce efectos que tienen que ver con la pérdida de la privacidad, el deterioro de la vivienda y de la calidad de vida de las familias que están alrededor», comenta.
El sociólogo afirma que «yo tengo la impresión que en el caso de Talca la tendencia va a ser que en la medida que más se construye edificios de departamentos, más servicios se van a ir asociando a esa oferta y van a atraer a más gente a los centros históricos. Eso va a ser un círculo que para algunos puede ser virtuoso Y para otros vicioso».
Por ejemplo, Letelier dice que «Las Heras es el barrio donde hoy día más se está construyendo posterremoto y el que más se está gentrificando, o sea, donde está cambiando el tipo de gente que lo habita». En ese sentido, explica que «las personas más pobres o modestas están empezando a salir, porque los precios de arriendo suben o porque conviene vender, y está llegando gente de sectores medios y medio-altos a esos barrios».
Por esta razón, el sociólogo expresa que «se van a comenzar a instalar cafés, como ya está ocurriendo, y los barrios se van a empezar a transformar en edificios de departamentos, pero además en condominios».
De todas formas, Leletier comenta que «tengo la esperanza que estos bandos se repueblen también con personas que quieran mantener un cierto estilo que los barrios tenían».
Fuente: Diario el Centro | 25 de agosto de 2013
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