A cuatro años del terremoto del 27 de febrero de 2010, en SUR revisitamos las publicaciones a través de las que hemos intentado aportar a una reflexión crítica al proceso de reconstrucción. Son diversos análisis de políticas públicas y de acciones ciudadanas desarrolladas en distintos territorios.
Para SUR tiene particular relevancia el trabajo de acompañamiento y reflexión realizado en la Región del Maule, una de las más afectadas y donde nuestra Escuela de Líderes de Ciudad, ELCI, ha sido un actor importante, tanto en acompañar a ciudadanos y ciudadanas como en aportar información y conocimiento para el debate.
Fruto de este trabajo, Francisco Letelier, sociólogo del equipo de la ELCI, nos ofrece también un adelanto de su libro “La Última Ciudad”, un relato novelado de las vivencias de los últimos cuatro años en busca de una reconstrucción justa.
¿Qué te lleva a escribir la novela?
Durante los últimos cuatro años he trabajado en torno al pos-terremoto y la reconstrucción. Mi principal tarea ha sido apoyar a los ciudadanos y comunidades que han luchado por una reconstrucción justa, que respete sus derechos individuales y colectivos. He visto mucho dolor e impotencia en las personas. He visto desidia y abusos de parte del gobierno. He sido testigo –como muchos– de la forma en que la reconstrucción se transformó en un negocio, en un mercado. Junto con acompañar a las comunidades, he intentado aportar en la reflexión crítica respecto al proceso. Junto al equipo de ONG Surmaule y la Escuela de Líderes de Ciudad, hemos investigado y publicado sobre la reconstrucción en Talca y en la región; sin embargo, mi sensación después de cuatro años es que el lenguaje académico y técnico no alcanza a soportar el drama que vivimos, ni los sueños y las luchas que se llevaron adelante. Después de cuatro años, tenía muchas emociones y rabias acumuladas y un día me senté y comencé a escribir una historia, una historia de la que había sido parte junto con muchas otras personas. Así comenzó “La Última Ciudad”, como una forma de contar nuestra historia.
Pero entiendo que lo que escribiste no es un trabajo histórico, ¿no?
Todo lo que ocurre tiene una base de realidad. Todo lo que está en la novela tiene una semilla de verdad; sin embargo, el trabajo también busca resaltar la épica de la lucha ciudadana pos-terremoto y, para hacerlo, proyecto los hechos mucho más allá de lo que fueron y los transformo. Sugiero cursos de acción que podrían haber sido, palabras que pudieron ser dichas, hechos que pudieron ocurrir. Pero –insisto– todo ocurrió en potencia. De hecho, muchas cosas que vivimos son aún más increíbles (y terribles) que las que describo en la novela.
¿Cuál es el corazón del relato?
Es la historia de lucha de un grupo de personas por defender su ciudad, sus barrios, su dignidad. Esa lucha se da en un contexto de devastación y de la acción violenta de un gobierno que busca transformar el desastre en una oportunidad para seguir profundizando “la ciudad neoliberal”, lo que significa despojar a las personas de su derecho a vivir la ciudad, disfrutarla y transformarla. En este sentido, la novela busca evidenciar que la reconstrucción fue una nueva excusa para profundizar la precariedad urbana; pero, al mismo tiempo, pretende relevar el papel de las comunidades y de sus líderes, que resistieron y plantearon caminos alternativos que pusieron en jaque todo un modelo de construcción de ciudad.
¿Esta novela juega algún papel en la construcción de ciudadanía?
La novela tiene su sentido final en servir de espejo para mirarnos a nosotros mismos. La entiendo como una herramienta pedagógica para reflexionar sobre la forma en que estamos construyendo nuestras ciudades, y particularmente el modo como enfrentamos la reconstrucción. Busco que las personas se sientan identificadas y que se reconozcan, no solo en el drama, sino también en la voluntad de defender sus derechos y de trabajar con otros. Durante todo el relato le doy mucha importancia a lo colectivo, a la cooperación, a la solidaridad, valores que creo están en crisis en nuestras ciudades, producto de un modelo que se extiende hacia lo privado. Creo que “La Última Ciudad” es un intento por traducir una discusión académica y técnica al mundo de la vida, del sentido común, de nuestras vivencias.
¿Tendremos más en el futuro?
He escrito bastante en clave académica. De hecho, el libro “Talca pos terremoto, la ciudad en disputa”, de Ediciones SUR, que escribimos junto a Patricia Boyco, es casi un hermano de “La Última Ciudad”, pero es el hermano serio, con datos, conceptos y todo eso. Pasar de un libro así a una novela ha sido un ejercicio muy entretenido y quisiera seguir haciéndolo, pero la cuestión es que tenga sentido político, pedagógico. Si se me presenta otro tema que considero importante poner en clave de novela para facilitar su discusión, seguro que lo haré. Por lo pronto, tengo un par de ideas que seguramente irán madurando.