COLUMNA DE OPINIÓN: “YA NO AGUANTO MÁS”

Incertidumbres al inicio de la cuarentena voluntaria. Una exploración cualitativa con mujeres de la región del Maule, Chile

Portal UCM | 9 de abril de 2020

Francisco Letelier, Sociología, Universidad Católica del Maule, Felipe Saravia, Trabajo Social, Universidad del Biobío, Víctor Fernández, Universidad de las Américas, Fernanda Palacios, Universidad de las Américas y Patricia Boyco, SUR Centro de Estudios Sociales y Educación.

La situación de pandemia provocada por la COVID-19 ha alterado de manera sustancial la vida cotidiana de miles de personas. En medio de gráficos diarios que nos informan del avance del contagio, surge la pregunta respecto de la manera en que se enfrenta esta situación en el ámbito de la subjetividad de las personas.

Es todo un desafío metodológico intentar conocer este aspecto justamente ahora, cuando se hace difícil aplicar las herramientas tradicionales de investigación social. Lo que presentamos es un primer acercamiento al tema, con información obtenida mediante un set de preguntas exploratorias realizadas vía Facebook entre el 26 y el 27 de marzo. Consultamos por las dificultades surgidas a partir del distanciamiento social y la cuarentena voluntaria, y recibimos respuestas de 68 personas, la mayoría de entre 20 y 60 años, residentes en la región del Maule. Un dato muy relevante es que 66 de las 68 personas que respondieron son mujeres. Esto ya anuncia (i) la compleja relación que debe estar dándose en los hogares entre mujeres y varones, producto del obligado encierro de la cuarentena y los tradicionales roles de género, especialmente en hogares con personas de ambos sexos y mayores de 60 años; y (ii) la centralidad física, social, económica y política que desde ya debería tener el tan invisibilizado espacio doméstico en la economía, como resultado de esta pandemia.

Para mejor situar e interpretar las respuestas, es necesario considerar que, al momento de indagar, en Chile recién se habían decretado el distanciamiento social y la cuarentena voluntaria. Como se sabe, no se trata de una cuarentena total, como se da en otros territorios, pues en el país y en el Maule, a esa fecha, las personas manentenían una importante libertad de desplazamiento. Adicionalmente, en los momentos iniciales de la consulta los casos de contagio a nivel nacional no superaban los 1000 y en la región del Maule, los 30. Vale la aclaración, pues las dificultades que las personas dijeron estar experimentando pueden no ser más que las iniciales, y en las próximas semanas seguramente podrá verse que el malestar señalado por ellas se intensifique y se sumen otros factores que requerirán la temprana atención de las autoridades nacionales y locales, y de la propia sociedad.

La cuarentena

La mayoría de quienes respondieron —mujeres— indicaron que ha tenido algún tipo de dificultad con la cuarentena voluntaria. Quienes señalaron que no les complica tanto son quienes viven en zonas rurales del Maule, situación en que regularmente se mantiene distancia social.

La mayor preocupación señalada se refierió a la pérdida del bienestar que genera la vida familiar, especialmente porque es más difícil experimentar vínculos sociales afectivos y significativos en ausencia del contacto cotidiano y presencial con familiares y personas queridas.

La situación señalada está más presente en las mujeres de mayor edad, muchas de las cuales se encuentran viviendo en solitario la crisis de la pandemia. Se insinúa aquí una especie de incompletitud de las mujeres por no poder ejercer su responsabilidad de cuidar a nietos y nietas, de estar cerca de la familia, apoyándola. Sabemos que, en una sociedad patriarcal, aquello que se les asigna culturalmente a las mujeres —el rol de madre, de abuela, de aquella que cuida— termina siendo una de las fuentes para su realización personal. Tal rol genera para ellas un espacio de interrelación donde logran satisfacción y donde su vida cobra sentido. De clausurarse ese espacio, como ocurre con el distanciamiento social y el encierro de las mujeres mayores aisladas, su deterioro psicológico puede ser mayor que el experimentado por hombres en la misma situación: para ellas significa dejar de ser necesarias y de tener reconocimiento. Se hacen prescindibles e invisibles.

En el caso de las mujeres en general, de distintas edades, se expresa fuertemente la preocupación por familiares que no pueden realizar la cuarentena y que, como consecuencia, tienen mayor probabilidad de contagiarse con el virus. Esa inquietud también se expresa en el sentido inverso; es decir, entre aquellas mujeres que no pueden dejar de trabajar y que, por ello mismo, se perciben como potenciales vehículos para la transmisión del virus a sus familiares.

La economía en cuarentena

Un segundo aspecto de preocupación es la situación económica y laboral. Si la anterior era fuente de preocupación, esta es de tensión y angustia.

Al respecto, la pandemia es percibida en lo inmediato en su aspecto más crudo: pérdida de fuentes de empleo y la consiguiente inseguridad e inestabilidad económica. Es lo principal. Pero junto con ello, en una cara no tan visible de la desocupación, está el hecho de que muchas de las mujeres que a la fecha de la encuesta mantenían sus puestos de trabajo en el ámbito público, al perderlos no solo se han visto despojadas de una fuente de ingresos para la subsistencia familiar y la propia autonomía económica. También han quedado sin aquello que organizaba su rutina y horarios, y que ampliaba sus espacios de vida.

Ahora, en la situación actual, al interior del domicilio y con el grupo familiar deben armonizar y fusionar actividades que antes (aparentemente) corrían en paralelo. Ello genera tensiones, ciertamente vinculadas a los aún muy vigentes roles tradicionales de género, como la responsabilidad por los niños, aseo y orden de la casa, la preparación de las comidas, y un largo etcétera. (Un largo etcétera vinculado al heredado y autoimpuesto deber de ser “el pilar de la familia”).

La cuarentena voluntaria hace que las exigencias hacia las mujeres aumenten.

Aislamiento, ansiedad y respuestas a la crisis

Los problemas e incertidumbres que experimentan las mujeres en situación de cuarentena y encierro ya hablan de un efecto no deseado: estados de ánimo depresivos o ansiosos, vinculados no solo a la inseguridad económica -no saber, por ejemplo, cómo se pagarán las cuentas o si habrá ese dinero necesario para mantenerse contactado vía redes sociales-, sino muy fuertemente a la soledad y al aislamiento: extrañar a quienes en la rutina diaria se vinculaban de forma estrecha

Asociado a estados de ánimo como la frustración, impotencia, y la consiguiente y probable depresión, apareció entre las personas que respondieron a las preguntas planteadas en esta indagación, la referencia a la espiritualidad. Una preocupación al respecto, que parece respaldada por situaciones reales de que se ha tenido noticia, es que así como la espiritualidad es fuente de consuelo frente a la crisis, también puede ser un factor de relajamiento que dificulte asumir conductas cuidadosas que minimicen las posibilidades de contagio: “Dios nos protege”.

Tal vez sea esta sensación la que explique el que algunas iglesias hayan seguido funcionando de manera normal, pese a la situación sanitaria.

Otra forma de respuesta a la incertidumbre y la angustia es la crítica al gobierno, en relación con su manejo de la crisis sanitaria. Se indica que habría ineptitud por parte de las autoridades, y que ello entrañaría una potencial tragedia. Por otro lado, se destaca el impacto que la crisis ha tenido en los fondos de pensiones y la pérdida de importantes montos de dinero para gran parte de la población chilena. Si ello no implica una crítica directa al gobierno en ejercicio, puesto que remite a una crisis global, sí da cuenta de un malestar y angustia que remite a “lo público”, ese ámbito que, en el imaginario colectivo, debiera ser estable y protector.

En menor medida que los casos señalados, también se menciona la preocupación por los medios de comunicación: la saturación de información que estos generan y la necesidad de filtrar su consumo para resguardar la salud mental.

Solo una persona hace referencia a aspectos físicos de la vivienda que habita como asunto relevante en la cuarentena. Ello puede relacionarse con la fase inicial del aislamiento, cuando se está viviendo el encierro voluntario.

Pandemia y subjetividad

A pesar de ser muy preliminar y acotada a la región del Maule, la información proporcionada por casi setenta mujeres del lugar es valiosa: da luces y aporta elementos para entender la manera en que enfrentamos el virus que hoy afecta al planeta, y directamente a cada uno de nosotros. Desde lo material y subjetivo, dicha información —aunque precariamente recogida— puede aportar a la tarea de comprender el desafío social que ya se instaló entre nosotros.

En efecto, la pandemia está aquí. Y si no tomamos los resguardos recomendados, se nos multiplican por mil las tareas, en especial (aunque no de manera única) las domésticas, ocupe quien ocupe predominantemente este espacio. La manera en que las resolvamos (tanto a nivel de las políticas públicas y locales como desde nuestros núcleos familiares), será determinante para saber si de esta situación vamos a salir con un lazo social dañado o con una sociedad más fuerte e integrada.

 

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

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