Reconstruyendo la historia desde los barrios

08-06-2014 15-43-22La osada maniobra para llevarle una carta al entonces presidente Augusto Pinochet y la importancia de la organización para conseguir los objetivos, son parte de las situaciones que destacan los propios habitantes en la construcción de sus territorios

Daniel Giacaman Zaror | Diario El Centro | 8 de junio de 2014

Corrían tiempos difíciles. Tras la llegada de las primeras ocho familias al sector, la Villa Maitenhuapi se fue ampliando en plena década de 1970. Como la población había aumentado, se conformaron tres grandes sectores: a la Villa Italia, que fue la primera, se sumaron la Villa John Kennedy y la Villa Ulises.

«Cada vez llegó más gente y hubo fraude también, porque se vendieron y se revendieron los terrenos», comenta Claudia Poblete, actual presidenta de la junta de vecinos. Era una época llena de tensiones y para ellos no fue la excepción. La incertidumbre y el miedo de perderlo todo se apoderó de los habitantes cuando el gobierno militar decidió expropiar a los vecinos de Villa Italia para construir viviendas en esos terrenos.

«Pensamos que ellos iban a hacer esas casas para nosotros, todos nos pasamos esa película, pero después con el tiempo supimos que eran para militares y para gente que pertenecía a Cema Chile, comenta la dirigenta.

Las familias se tuvieron que acomodar en las otras dos villas que se mantenían en pie, aunque permanecía latente el temor de que continuaran las expropiaciones.

«Ahí optamos por hacer una carta y entregársela al Presidente (Augusto Pinochet) cuando vino a la inauguración», cuenta Poblete. «Yo en esa época tenía como 20 años más o menos, entonces no me importaba, no tenía mucho miedo. Hicimos unos carteles y llegó una señora que nos dijo que no podíamos extenderlo, porque eso era ser comunista. Yo le respondí que no éramos nada de eso, sino que estábamos luchando», agrega la dirigenta. Poblete asegura que un vecino tuvo que saltar una reja para poder pasarle la carta al mandatario. Según relata, la osadía incluso le costó que le pusieran una metralleta en el pecho. Sin embargo, valió la pena. «Conseguimos que nos dejaran en esos terrenos», dice con orgullo.

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SIN LUZ NI AGUA

En los inicios de la Villa Maitenhuapi, las personas no contaban con los servicios básicos, como agua o luz, y los baños eran pozos negros. Graciela Soto afirma que «el agua estaba en las esquinas, había que ir a buscarla con un balde, y de repente se cortaba la que venía y teníamos que atravesar por un tubo para ir al otro lado del canal».

Con la urbanización del sector, se fueron solucionando todos esos problemas y actualmente pueden vivir en condiciones normales. Uno de los grandes logros fue la construcción de un Centro Comunitario de Salud Familiar (Cecof), el cual se inauguró en 2006.

«En nuestra población hay mucho adulto mayor y tenían que tomar dos colectivos para ir al consultorio norte. Fue muy importante, porque a base de eso se dieron cuenta de que tenía que ser para más servicios y después empezó a dar todas las prestaciones que entregaban los consultorios grandes», destaca Soto.

 

CAPACIDAD DE ORGANIZACIÓN

Existe una gran cantidad de poblaciones y villas en el denominado territorio 5 de la comuna de Talca, entre las cuales se encuentran la Faustino González, Parque Industrial, Los Paltos, Villa Ilusión, entre otras.

Las historias son infinitas y su conformación surge de la necesidad de las familias de encontrar un lugar donde vivir. Así es como fueron naciendo nuevas organizaciones que apuntaban a encontrar una solución habitacional.

Mario Torres es presidente de la junta de vecinos Parque Los Aromos, que abarca entre la 6 y 7 norte y entre 16 y 16 1/2 oriente. Él explica que «nosotros formamos una cooperativa hace casi 20 años y todos habíamos comprado un terreno, después buscamos una constructora y esto fue financiado a través de dividendos hipotecarios y la mayoría por subsidios». Uno de los proyectos emblemáticos en el último tiempo es la Villa El Parque, integrada por damnificados del terremoto, familias erradicadas de los campamentos y personas provenientes de sectores rurales y de la población Carlos Trupp, entre otros puntos de la comuna.

Maritza Rocha cuenta que «esto se inició en 2004 con un comité que se llamaba ‘Mi oportunidad de cambiar’. Cuando llegamos, le prestamos nuestra personalidad jurídica a más de 300 familias. De a poco se fueron eliminando por el sistema y fuimos quedando 150, que hoy en día somos las que tenemos casa». La experiencia les permitió seguir en el mismo camino y este año ya se adjudicaron un proyecto de mejoramiento, aprovechando de esta forma su capacidad de organización para seguir avanzando dentro del sistema actual

 

TRASPASO DE ROLES

La antropóloga Patricia Boyco recuerda que «en los años 50 ó 60, había mucho sector obrero, un bajo nivel de escolaridad y existía una pobreza dura, de los niños sin zapato. Y, en medio de eso, la gente construía, hacía las tomas, realizaba la distribución de los sitios de acuerdo a las necesidades de las personas, se organizaban, comían juntos, los niños jugaban unidos, se elegían a los representantes de forma colectiva y todo era una fiesta y se reforzaba la unidad entre las personas de los campamentos y las tomas”.

En tanto, Francisco Letelier analiza que «el Estado dejó de tener un rol en la planificación urbana y de la construcción de la ciudad, las personas tuvieron una participación mucho menor y ambos fueron reemplazados por la industria inmobiliaria, que finalmente termina definiendo localización, calidad y tipología de las viviendas. Y a las personas nos empezó a gustar que nos entregaran la casa rápido, sin tener que trabajar mucho, y ahí también tenemos un desafío como ciudadanos».

 

Los frutos de una mesa de trabajo

“En la historia de Las Américas todo lo que se ha logrado ha sido gracias a la mesa de trabajo». Así de tajante es Luis Fernández a la hora de analizar la historia del sector donde él vive desde hace 14 años.

Todo se remonta a 1996 con la conformación de Las Américas I y II. De ahí en más, ha sido una ardua tarea de sus habitantes por ir mejorando sus condiciones de vida e ir terminando con la fuerte discriminación que han sufrido sus habitantes.

Pero no ha sido fácil, ya que incluso tuvieron que lidiar con las inclemencias climáticas que dejaron en evidencia la mala calidad de las viviendas sociales construidas por una empresa privada a través del Estado.

«En marzo o abril de 1999 cayó una llovizna y se pasaron todos los departamentos. Fue una de las primeras poblaciones donde hubo que colocar nylon. En algunos casos ayudó el Serviu, pero la mayoría de los vecinos tuvo que poner aportes propios para tapar. Fue de las primeras casas al estilo Copeva que hubo en Chile», recuerda Joaquín Martínez, ex presidente de una de las juntas de vecinos del sector.

Ese mismo año se formó una mesa de trabajo para enfrentar de forma conjunta varios temas que afectaban a los pobladores, como la existencia de un vertedero y la necesidad de tener un complejo educacional, un consultorio, un cuartel de carabineros y un cuerpo de bomberos. Además, en 2001 se incorporaron a dicha instancia diversas autoridades regionales y comunales.

«Nos sentábamos los de izquierda con los de derecha y había un respeto único. Lo que más se nos enseñó fue poder clasificar los temas. Por ejemplo, cuando había un problema de vivienda, hablaba solamente el de vivienda», destaca Luis Fernández.

Joaquín Martínez sostiene que «la mesa de trabajo consiguió muchas cosas, especialmente que las autoridades vayan al sector a conocerlo, porque cuando uno va a sus oficinas es pura venta de huevos, son años luchando y nunca pasa nada».

En ese sentido, agrega que «se lograron cosas importantes, especialmente el arreglo de los departamentos y la condonación de deuda de viviendas. Había mucha gente con necesidades, que estaba cesante, que tenía discapacitados, que no le alcanzaba para vivir y se endeudaban demasiado. La mayoría tenía problemas sociales y por eso no podía estar al día en sus dividendos».

 

DIVERSOS HITOS

La unión y organización de los vecinos permitió que se obtuvieran varios logros en el sector.

En 2003 se creó la Cuarta Comisaría de Carabineros. Fernández recuerda que «empezaron ofreciéndonos un retén y dijimos no. Exigimos que tenían que estar los mandos más altos, nos paramos y nos fuimos». Tras ello, finalmente se pudieron juntar con las máximas autoridades y consiguieron lo que ellos querían.

En 2004 se empezó a construir el Complejo Educacional Javiera Carrera y ese mismo año se realizó la primera versión del Carnaval de la Primavera. Los propios vecinos estuvieron a cargo de la organización, distribuyendo las tareas y optimizando los esfuerzos para conseguir ayuda de parte de autoridades e instituciones.

En 2006 se inició la construcción del Cesfam Las Américas, que fue inaugurado en 2007, mientras que en 2008 se logró la ansiada condonación de deudas de vivienda.

En 2009 se inauguró el SAPU al interior del Cesfam y dos años más tarde llegó el Centro de Diagnóstico de la Universidad Católica. Por último, en 2012 se instaló la Fundación Las Rosas.

Todos estos hitos dan cuenta de la importancia que adquirió el sector dentro de la comuna, en gran parte gracias al esfuerzo de sus propios habitantes que lograron visibilizar sus necesidades y exigir soluciones a sus problemas. Sin embargo, aún existen muchos temas por resolver. Para ello es imperativo que los vecinos se organicen. «Se terminó la mesa de trabajo y no tenemos ningún proyecto emblemático», lamenta Fernández, quizás haciendo un llamado para recuperar el tiempo perdido.

 

Poder de transformación

Vecinos de Las Américas y del territorio 5 de Talca trabajaron en un recuento histórico de los hitos más importantes de sus diferentes sectores, en el marco del programa Territorio y Acción Colectiva, desarrollado por la Escuela de Líderes de Ciudad (ELCI) y por el Centro de Estudios Urbano-Territoriales (CEUT), instancia de investigación conformada por ONG Surmaule y la Universidad Católica del Maule. «El territorio es una construcción social, aunque a veces tenemos la impresión de que las ciudades se van construyendo independientemente de lo que nosotros hacemos. Cuando nosotros sentimos eso, significa que estamos naturalizando el proceso. Lo que nosotros intentamos hacer es que la gente retome la capacidad que tiene de reconocer que el poder de transformar el territorio está en ellos mismos», explica el sociólogo Francisco Letelier.

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