Tras el 27-F, la casa de Samuel Aravena quedó totalmente destruida, pero nunca recibió un subsidio. Posteriormente, sufrió un incendio en la mediagua que le había entregado el municipio. Actualmente, se encuentra ansioso a la espera de la asignación directa de un subsidio por parte del Ministerio de Vivienda.
Cuatro años han pasado desde el terremoto del 27 de febrero de 2010 y Samuel Aravena Valenzuela aún no logra vivir dignamente. Aquella noche, su casa de adobe, ubicada en el céntrico y tradicional Barrio Santa Ana de Talca, se derrumbó completamente. Lo único que no se cayó fue una muralla que divide su propiedad con la de su vecina. De ahí en más, pareciera que una maldición pesa sobre él.
Si bien la Municipalidad declaró que su vivienda quedó inhabitable, él nunca fue incorporado en el registro de damnificados, por lo que no recibió ningún beneficio estatal. Después de algunos meses arrendando pieza en otro lado, regresó a habitar la mediagua que la administración comunal instaló en su sitio.
No obstante, su mala suerte continuó y los ladrones hicieron de las suyas un día mientras él trabajaba. “Me robaron casacas, ropa de niño que estaba nueva para el colegio, zapatos, reloj, plata… hasta dejaron cosas botadas aquí en la puerta”, detalla Samuel.
Para colmo, el 1 de diciembre de 2013, un incendio originado en otra casa lo dejó nuevamente en la calle. La hija de Samuel, Lorena, relata que “estábamos durmiendo y la vecina estaba gritando, porque ya estaban las llamas en el segundo piso. Ahí me levanté y salí a mirar, vi que ella estaba en el techo de nosotros y vine a buscar una escalera para bajarla”. “Después se vino abajo el segundo piso y saltó todo para acá”, agrega Samuel.
La Dirección de Obras Municipales declaró que la propiedad “quedó con daño severo y generalizado en su estructura, techumbre, muros, instalaciones sanitarias y eléctricas y pisos”. “Su estado es inhabitable en un 100%”, concluyó el organismo.
Nuevamente tuvieron que arrendar en otro lugar mientras le construían una nueva mediagua. El municipio le regaló dos camarotes, mientras que los vecinos y los fieles de la parroquias San Luis y Santa Ana lo han ayudado con vestimenta y alimentos.
Ha sido un golpe tras otro para Samuel, situación que en su momento lo tuvo muy mal anímicamente. “Estaba bajoneado y ya no daba más. Ahora he estado trabajando otra vez y estamos tirando para arriba de a poco para ir juntando cositas que nos faltan”, reconoce Samuel.
Hacinados y sin ducha
Samuel Aravena, de 65 años de edad, vive con su hija, su yerno y dos nietos, de 7 y 20 años. Cinco personas que se reparten como pueden en las dos piezas que tiene la mediagua. Incluso, deben pedirle el baño a un vecino.
“Hemos sufrido mucho… ¡pero siempre juntos!”, afirma Lorena Aravena, con una mezcla de impotencia y orgullo.
Ella lo único que quiere es “que ayuden a mi papá a que pueda vivir bien en su vejez: que tenga su baño, que tenga sus cosas y que esté cómodo”.
Samuel tampoco pide mucho. “La casa es lo que necesito, nada más. Ojalá sea de piso y medio para que quepamos todos y estemos tranquilos. Que sea la casita para poder vivir tranquilos. Pero se han demorado mucho, ya son cuatro años”, lamenta.
Una de las situaciones que más lo molestó fue la alternativa que le ofreció una funcionaria del Serviu al conocer su caso. “Me dijo que por qué no vendía y me iba para otro lado. ¡La solución que le dan a uno! Harta rabia que me dio. Yo no me muevo de aquí. Me costó para comprar y hace 47 años que estoy acá”, explica Samuel.
Un tema de procedimientos
“Es penoso tener a una persona viviendo en estas condiciones y más encima doblemente castigado”, sostiene Marlene Ávila, coordinadora del Movimiento Nacional por la Reconstrucción Justa (MNRJ).
La mujer agrega que “él efectivamente es damnificado del 27-F y tiene su certificado que acredita que su vivienda quedó inhabitable. El problema fue que la Dirección de Obras Municipales no lo inscribió y eso fue un error de ellos y no de don Samuel, porque ese proceso se hacía automáticamente con todos los damnificados. Si eso se hubiera solucionado a tiempo, él ya tendría su vivienda y no tendría que haber pasado todos estos sufrimientos en estos cuatro años por una negligencia”.
Ante esta situación, Serviu responde que “el certificado de damnificado no acredita postulación”. La directora regional del organismo, Clarisa Ayala, explica que los afectados “debían inscribirse en la Municipalidad donde recibían un certificado de inhabilidad, luego con este documento se inscribían en el registro de damnificados del Minvu. Este trámite don Samuel nunca lo hizo”. De esta forma, pese a que el municipio lo reconoció como un sujeto afectado por el terremoto, finalmente se quedó sin ningún beneficio debido a un tema de procedimiento burocrático.
Marlene Ávila afirma que “nosotros vemos mucha discriminación por ser un adulto mayor y por no haber sido parte de alguna agrupación o de un comité. Nosotros lo hemos estado ayudando visibilizando su problema, mandándole una carta al ministro Rodrigo Pérez con copia al Presidente para que le dieran una solución”.
“El tema de la reconstrucción ya se ha ido terminando, entonces nosotros pedimos una asignación directa, que la directora del Serviu mande a sus arquitectos y le construya en su sitio residente la vivienda que él necesita”, expresa la coordinadora del MNRJ.
Serviu está analizando la posibilidad de otorgarle un subsidio a Samuel Aravena mediante asignación directa, lo cual es de exclusiva atribución del ministro de Vivienda y sólo rige para casos excepcionales. El servicio regional ya aprobó la solicitud y actualmente está en proceso de firmas para ser enviada al nivel central.
Sobre los plazos de entrega en caso de que se logre el beneficio, Ayala comenta que “es difícil decir tiempos, pues por un lado dependemos de la atribución del ministro para otorgar el subsidio y, por otro, de la eficiencia de la entidad patrocinante para presentar el proyecto. En todo caso, Serviu hará todos los esfuerzos por que don Samuel tenga su vivienda en el menor tiempo posible, una vez aprobado el subsidio”.